
Suena el despertador. Lo apago de mala gana y me pierdo debajo de la almohada...Pero si aún es muy temprano. Me digo a mi misma en voz baja. Si parece no haber amanecido , éste se ha vuelto loco y ha tocado antes de que llegue el alba.
Y como quien no quiere la cosa, mis ojos vuelven a cerrar sus pestañitas y aprovecha para estar un ratito más en brazos de Morfeo, que con tanta complacencia me arropa.
Y no contenta con ello, mi mente vuela, el subconsciente comienza a funcionar y se deja llevar por tan ricas ilusiones que me transporta a otro mundo, a mi mundo ideal. Pero justo en mitad del sabroso sueñecito, el despertador comienza a sonar.
Es entonces cuando tomo conciencia de la realidad, son cinco minutos más, cinco los que han pasado desde el primer intento por despavilar y ver cómo la máquina tonta me ha vuelto a ganar. A pesar del poquito tiempo que ha transcurrido, los primeros rayos de sol comienzan a saludar por la ventana. Y parecía estar nublado la primera vez que miré a través del cristal....y Lorenzo parece que viene cargadito de energía, tan temprano y yo sin poder ponerme camisetas más fresquitas,...
¡Genial!... Grita mi enano cuando le despierto con muchos mimitos y le preparo sus pantalones cortos y sus sandalias de verano. ¿Vamos a la playa ya, mamá? No, corazón, aún no hay vacaciones y ambos debemos ir a trabajar, tú al cole y yo,..., ya sabes, donde siempre.
Parece que lo comprende, pero hoy se ha levantado con el pie izquierdo y no hay quien le quite la idea de la playa de la mente. Aunque se conforma en la puerta del cole, entra asintiendo la cabeza y refunfuñando no se qué, que qué se yo del bañador.

Subo de nuevo a casa. Pues aún tengo algo de tiempo para desayunar. Miro alrededor mío en la cocina y no se me ocurre otra cosa mas que una manzana...y eso que soy de poca fruta, pero, estaba en su frutero tan brillante y tan fresquita...Decidida, cogí el cuchillo y al cortarla...Venga, va...
Con la buena pinta que tenía y cuando me la fui a comer, resultó estar podrida.
Así que me voy con un vasito de leche en el cuerpo, con tiempo, para no pillar atasco en la autovía. Parece que no hay muchos coches, me digo a mí misma camino a la salida. Pero al llegar al punto "P", allá va, caravana del quince, para que no me aburra.
En fin, que tras la odisea de la carretera, consigo llegar a la calle donde siempre aparco. Parece quedar un hueco libre entre dos coches, muy dispuesta voy a aparcar y cuando llego,...¡ahí! No querías aparcar...Un ciclomotor en el centro.
Tranquilita, me digo...si aún hay tiempo. Cuando por fin lo consigo. Llego a mi puesto de trabajo y percibo que mi jefe me mira raro. ¡Qué! Me dijo con descaro. Qué de qué, le contesté. Que hoy estabas de tarde, es que ¿no miraste ayer el cuadrante?....Si. Mira... ¿ves?... pone “A”, estoy en el turno correcto. ¡Ah!!...Siento haber sido tan brusco....Nada, nada...
Si a todos nos pasa alguna vez, que parece lo que... en realidad, no es.