-¡Ayúdame!
Volvió a susurrarle aquella voz... Aquella silueta que en el espejo de las aguas se reflejaba para que su alma no intentara volver a sumergirse entre la espuma de la corriente que su imaginación arrastraba.
Tal vez fuera desconfianza. Quizá el miedo le jugara una mala pasada.
En peligro se hallaba su ángel de la guarda.
Llegó el momento. Había llegado la hora de seguir caminando sobre las aguas y extender su mano hacia sus alas, con tan inmenso amor, que para siempre volando continuaran.