
Su vida había transcurrido encerrada dentro de una burbuja. Transparente, cálida, cómoda, aparentemente bien oxigenada y algo delicada.
Desde su interior, podía verlo y oírlo todo a la perfección, aunque a veces, apreciara una pequeña distorsión.
Pero también había momentos en los que todo quedaba a oscuras y en silencio, detenido el tiempo.
Y una vez que le volvían a brindar el sol, se sentía cegada por su luz, pero se esforzaba por abrir los ojos y empezar de nuevo. Confundida, dependiente, vulnerable,... todo giraba a su alrededor, todo cambiaba de color, personas que se fueron sin poder decirles adiós. Verdades que luego resultaron ser mentiras, mentiras que se transformaban de repente, en verdades. Es como si el mundo girase al revés.
O ella retrocediera en vez de avanzar con él.
Pero llegó el momento en el que su burbuja, de tanto moverla de acá para allá para protegerla, explotó. Y fue en ese preciso instante cuando descubrió la verdadera realidad, el entorno, la libertad. Estaba convencida de que, había nacido para volar. Pero se sentía extraña, de alguna manera añoraba esa burbuja en la que permaneció durante años en lo imposible, en lo irreal.
Se sentía incapaz de aceptar su pasado, las restricciones, mandatos, obligaciones, aún estando provistos de involuntariedad.
Incapaz de darse permiso, para poder progresar. Comprometida con su vida.
Se sentía minúscula detrás de ese muro de piedra que la quería cobijar.
De alguna manera, quiso reaccionar. Entre sumisión y rebeldía, luchaba por hacerse escuchar. No reclamaba más. Tan solo que la dejaran opinar.
Independencia y libertad. No era mucho pedir para una chica de su edad. Con miles de cosas en la cabeza, loca por hacer sus sueños realidad. Pero, no obstante, seguía acatando sin rechistar. Se mordía la lengua para no discrepar. Hubo momentos en los que explotaba y no podía parar, sin embargo, todo volvía enseguida a quedarse tal cual, tras toparse de nuevo con ese robusto muro de piedra, pilares de arena y sal que no la dejaba ver más allá. Y si encontraba algún pequeño hueco por el que escapar, había rocas desprendidas delante de él, las cuales intentaba sortear. En un momento tenía la llave para salir y acto seguido las paredes se cerraban ante ella.
Pasó el tiempo y todo seguía igual, entre mimos y temores, esa joven mujer seguía escoltada en su largo caminar. Acompañada de su niña pequeña, de su adolescente y mil cosas más.
Noches de sol, días sin luna, tormentas en su cabeza, meses de temporal y charcos en su alma en los que se reflejaban infinidad de gotas de lluvia salada que caían sin cesar.
Sin esperarlo, un viento loco y salvaje comenzó a derrumbar el muro para dejarla en libertad y, por un pequeño hueco se hizo paso descubriéndose a sí misma en una laguna mostrándose tal cual.
Sorbo de aire fresco para respirar.
Un mundo en movimiento que vuelve como un boomerang.
Mirándose las palmas creyendo que las líneas de sus manos se habían rectificado así, sin más.
Frotándose los ojos creyendo que el oasis en su desierto desaparecería en cualquier momento.
Poco a poco se fue armando de valor, denotaba decisión, aunque todavía tropezaba con algún que otro fragmento de roca que, cada vez se iba debilitando un poco más.
Pero por lo menos ya había conseguido avanzar. Algo le indicaba que dejara de pisar el freno y que arriesgara. Aunque la apuesta fuera cara, por lo menos tendría probabilidades de ganar...